jueves, 20 de diciembre de 2007

POR UNA IU DE SUS MILITANTES

ÉL NO LE VOTARÍA.


CONTRA EL SECUESTRO DE IU



"No es posible conseguir mediante reformas que se convierta en amigo de la Tierra un sistema cuya dinámica esencial es la depredación creciente e irreversible. Por eso, lo razonablemente reformista es, también en esto, irracional".


Manuel Sacristán Luzón.
Comunicación a las jornadas de Ecología y Política.
Mayo de 1979


"Se podría decir que éste es el otro aspecto del hundimiento de la izquierda: la traición del PSOE. Pero es que el que se asombre de esto es que no ha leído nunca Historia. El partido socialdemócrata está para eso, para impedir la ascensión de los trabajadores. Su misión en la transición fué la de impedir la recuperación del Partido Comunista. A mí,la verdad, no me sorprende nada. Desde el encubrimiento del asesinato de Rosa Luxemburg han hecho siempre lo mismo. En el plano particular, los que estábamos en la lucha antifranquista sabíamos muy bien que los que hoy son personajes destacados del PSOE cuando logramos destruir el SEU y Franco se inventó aquello de las Asociaciones Profesionales de Estudiantes, para evitar el sindicato democrático que estábamos creando, estos personajes votaron a favor de la APE de Franco. No se trata sólo de historia europea, nosotros conocíamos a esa gente, así pues,no ha sido ninguna sorpresa. Ellos recibieron el mandato de frenar la salida adelante del PCE y, desgraciadamente, lo consiguieron."
Manuel Sacristan Luzón, 1985

viernes, 14 de diciembre de 2007

Cogestión Paritaria en Venezuela: Rumbo al socialismo

Un proyecto de ley que apunta a empezar a cambiar las relaciones de producción
La cogestión paritaria es un paso revolucionario dentro de la etapa de transición al socialismo

Rodolfo Ascanio Fierro
Barómetro Internacional


Los trabajadores venezolanos, por primera vez desde que se inició la presente etapa de la revolución bolivariana, han trascendido la lucha económica reivindicativa y la lucha política defensiva del proceso, y han propuesto, a través de su dirección político sindical, agrupada en la Fuerza Bolivariana de Trabajadores, un proyecto de ley que apunta a empezar a cambiar las relaciones de producción dentro de todas las empresas públicas y privadas venezolanas, hoy capitalistas.


El proyecto no busca cambiar las relaciones de propiedad dentro de las empresas: las del Estado seguirán siendo totalmente o mayoritariamente públicas, y las privadas totalmente privadas (incluso aunque los trabajadores compren acciones). El proyecto de ley no plantea un cambio de la propiedad, ni a través de mecanismos de expropiación o nacionalización, o a través de la compra de acciones, sea por los trabajadores, por el Estado o por ambos.

En ese sentido, la ley no toca uno de los puntos medulares necesarios para el cambio de las relaciones de producción, como es la propiedad. Al aplicarse la ley, seguirá existiendo el capitalismo de estado y el capitalismo privado que hoy signan la formación económico-social venezolana.


Pero las relaciones de producción no solo consisten en la propiedad de los medios de producción. Esta simplificación es muy común entre la izquierda tradicional. Las relaciones de producción abarcan un espectro más amplio, donde la manera como se realiza la gestión económica es parte integrante y fundamental.

En el capitalismo clásico, la gestión económica capitalista la impone el propietario. Los trabajadores no participan en ningún nivel de gestión, ni poseen capital alguno, y generalmente se prohibe, se combate o se limita la existencia de sindicatos y la convención colectiva.


En el capitalismo reformista (sea keynesiano, socialdemócrata, o popular), se permiten los sindicatos y la convención colectiva, pero la gestión económica la sigue imponiendo el propietario, aunque se pueden aceptar formas de participación accionaria minoritaria de los trabajadores, o la participación en la gestión a niveles operativos (tipo circulos de calidad o toyotismo), pero en ningún caso el propietario capitalista mayoritario pierde el control hegemónico de la empresa ni de los niveles de gestión decisorios.

Además, existen otros mecanismos distintos a la gestión económica interna de la empresa para lograr imponer la hegemonía económica del propietario capitalista en la empresa capitalista reformista, como son las alianzas con otras empresas suplidoras de tecnología, de materias primas o productos semielaborados o de distribución de los productos en el mercado, y fundamentalmente las alianzas con las empresas financieras.


Teniendo claro este panorama, y para no caer en variantes del capitalismo reformista, estando claros del carácter de la etapa de transición que vivimos, y entendiendo que nuestro objetivo a mediano plazo es superar todos los tipos de capitalismo, elaboramos un proyecto de ley que plantea quitarle al propietario uno de los atributos de la propiedad, como es la decisión y orientación hegemónica de la gestión económica. Por ello, no es cualquier tipo de cogestión, es cogestión paritaria en la dirección de la empresa.


El proyecto plantea entonces la PARIDAD como elemento diferenciador del capitalismo reformista y las formas de cogestión europea (especialmente alemana) o las empresas capitalistas de propiedad compartida. A través de la paridad, expresada en la existencia paralela de la Asamblea de Accionistas propietarios y la Asamblea de Trabajadores, en el funcionamiento de la Junta Directiva paritaria y en la participación también en los niveles operativos, los trabajadores participan en la definición de las alianzas empresariales, de las estrategias de inversión, producción y distribución, y obtienen de manera transparente toda la información interna.

Por supuesto, se mantiene el sindicato y la convención colectiva, y las ganancias de la empresa son distribuidas equitativamente entre el capital y el trabajo. Y la cogestión se extiende al estado, cuando se establece que la definición de las políticas públicas se realiza a través de una Comisión Presidencial paritaria, con participación de la central sindical mayoritaria. Este objetivo se concatena con el artículo 70 de nuestra Constitución, que no limita la democracia participativa y protagónica a los actos políticos en la estructura del Estado, sino que lo extiende a la gestión económica.


El objetivo central es preparar a la clase trabajadora, de manera masiva y sistemática, a través de cursos teóricos y de la gestión práctica, para asumir su rol preponderante como productores libres en la sociedad, y la formación de una conciencia como clase dirigente de nuestros trabajadores y trabajadoras. Logrado este objetivo, se puede asumir que están dadas las condiciones subjetivas para una sociedad socialista, democrática, participativa y de nuevo tipo, que supere todos los modelos e intentos anteriores de construcción del socialismo, y también que supere al capitalismo reformista.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Burocratismo real

"...Brezhnev invitaba a su anciana madre que apenas había salido de su provinciana ciudad de Ucrania, le enseñaba orgulloso su apartamento de doscientos metros cuadrados en el centro de Moscú, su dacha de las afueras, su garaje con el Rolls-Royce y el Cadillac (regalo de Nixon), su pabellón de caza en Zavidovo y la dacha de Crimea, la anciana le preguntaba alarmada:

"...pero hijo, ¿qué pasará si de repente toman el poder los comunistas?"


Rafael Poch-de-Feliú, "La Gran Transición" ed. Crítica

miércoles, 12 de diciembre de 2007

"El Buen Partido" de Mirumir

Se busca partido
Para pronunciar sin vergüenza
"comunismo" "lucha" y "revolución"
Se busca partido
de sana y robusta constitución

Se busca partido
Al que otorgar un voto convencido
Abstenerse antiglobalización, movimientos, y pérdidas de tiempo
Un partido capaz
De mandar obedeciendo

Busco valentía inteligencia ardor
Medias soluciones no, ni un partido centroizquierdista
Busco un partido único, político
Mejor si es marxista-leninista

Ofrezco pasión, lucidez y buenas lecturas
Laicismo ilustrado y sana virtud
Sólo con todos los requisitos,
interesados
llamar al piso 36, escalera q



Mirumir
http://mirumir.altervista.org

[traducción propia -Akiro.]

lunes, 10 de diciembre de 2007

"Venezuela, ¿y ahora qué?" de Carlos Fernández Liria

En una ocasión, un periodista le pidió a Einstein que explicara en pocas palabras lo que era la teoría de la relatividad. “¿Sabría usted explicarme antes lo que es un huevo frito?”, respondió éste. El periodista asintió desconcertado. “Muy bien”, dijo Einstein, “pues entonces, explíqueme lo que es un huevo frito pero suponiendo que yo no tengo ni idea de lo que es un huevo, que en mi vida he visto una gallina y que no sé ni lo que es una sartén ni lo que es el aceite”.

Sobre Venezuela se ha mentido tanto en los medios de comunicación –y se ha mentido de una manera tan unánime y orquestada– que se ha vuelto casi imposible explicarse al respecto. Es imposible argumentar nada cuando hay demasiadas mentiras de por medio. Los que hemos intentado balbucear algo en algún debate de televisión, o los que, sencillamente, nos hemos enredado a discutir alguna vez con cualquier lector de El País o de El Mundo o con un espectador medio del telediario, hemos tenido la sensación de encontrarnos en una situación infinitamente más apurada que la de ese periodista interrogado por Einstein. Es como intentar explicar lo que es un huevo frito a alguien que sabe perfectamente que
un huevo es una castaña, que considera demostrado que las gallinas son canguros, que cuando dices “sartén” entiende de inmediato “trompeta” y que por aceite hirviendo entiende helado de vainilla.

Para decir una sola palabra sobre el no a la Reforma Constitucional, ¿por dónde debo comenzar? ¿Por intentar que se respete el hecho democrático de que Chávez ganó las elecciones? ¿Por demostrar que en Venezuela hay división de poderes, libertad de prensa y libertad de expresión hasta el punto de que una cadena como RCTV, que participó activamente en un golpe de Estado y que se hizo famosa por sus llamadas al magnicidio, no sólo no ha sido prohibida ni su director encarcelado sino que está emitiendo por cable sin problema legal alguno? ¿Que el sistema de conteo de votos que los medios no han parado de denunciar como “sospechoso” ha sido legitimado por todos los observadores internacionales, incluido Jimmy Carter? ¿O intento explicar a los oyentes de la Cope que los 3.000 muertos del caracazo fueron en 1989 y que por tanto no pudieron ser, como suele decir Jiménez Losantos, consecuencia de la intentona golpista de Chávez (en 1992)?

El intento de explicar las cosas es más difícil aún. Uno lo da todo por perdido cuando se trata de hablar con gente que no sólo está completamente convencida de que un huevo es una castaña, sino que, encima, no ve ningún problema en que, al mismo tiempo, sea un huevo. Sobre Venezuela, es cierto, hace tiempo que se perdió no sólo la vergüenza sino también el principio de no contradicción. Hace ya siete años una persona culta y enterada (y que parecía, además, sincera), un ejecutivo de un banco español que hacía transacciones con Venezuela, me explicó que estaban muy preo-cupados porque Chávez era un dictador. Le pregunté que por qué estaba tan seguro de ello, habida cuenta de que había ganado limpiamente las elecciones. Dudó un momento y me espetó que “sí”, pero que era “evidente que no tenía intención de volver a convocarlas”. Eso lo convertía en dictador desde ya mismo. Si no me fallan las cuentas, en los siete años que nos separan de esta conversación Chávez ha convocado seis consultas electorales, incluyendo ésta que acaba de perder. El otro día, estuve hablando con dos colegas en la Universidad. Entre los dos sumaban tres carreras, un grado de doctor y dos oposiciones ganadas, o sea, un nivel bastante más culto que la media. Eran, por otra parte, espectadores y lectores normales y corrientes de nuestros telediarios y de nuestros periódicos. Los dos estaban sinceramente convencidos de que si ganaba el sí a la Reforma, Chávez quedaba elegido de forma vitalicia, sin necesidad de volverse a presentar nunca más a las elecciones. Es lo que habían entendido en los medios.

Ahora, el “caudillo” Chávez, el “dictador” que ha concentrado en sus manos un “poder absoluto” (El País, 3-12-2007), ha afrontado la derrota de la Reforma con estas palabras: “Ahora los venezolanos y venezolanas debemos confiar en nuestras instituciones. A quienes votaron por mi propuesta y a quienes votaron contra mi propuesta, les agradezco y les felicito porque han comprobado que este es el camino. Sepan administrar su victoria, mírenla bien matemáticamente. No es que se la doy, ustedes se la han ganado. Ojalá se olviden para siempre de los saltos al vacío, de los caminos de la violencia, de la desestabilización”.

Así pues, no parece que la pregunta sea si Chávez aceptará el resultado de la consulta. La pregunta es, por ejemplo, si los medios de comunicación españoles aceptarán que Chávez la haya aceptado. Si reconocerán que todas las mentiras y más mentiras que durante años han soltado respecto de la ausencia de democracia en Venezuela no tenían fundamento. Si reconocerán ahora, cuando menos, que el sistema electrónico de contar votos era legítimo. Si aceptarán y respetarán de una vez por todas ahora –nunca es demasiado tarde– el resultado de las anteriores consultas electorales, en las que Chávez obtuvo la victoria y si, por lo tanto, dejarán de alentar desde Europa a la oposición golpista venezolana.

Desde luego, no hay motivos para ser nada optimista. La oposición venezolana no se resignará ni mucho menos a obtener de las urnas lo que las urnas le han dado. De ninguna manera se resignarán a los cinco años de mandato constitucional que todavía le quedan a Chávez. Clamarán contra la democracia que no habrá democracia en Venezuela hasta que Chávez renuncie. Y los medios de comunicación españoles seguirán jaleando. Todo el entusiasmo mediático que dio cobertura al golpe de estado de 2002 se concentrará ahora en una nueva receta: la revolución naranja.

Carlos Fernández Liria es profesor titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid

Venezuela, ¿y ahora qué? de Carlos Fernández Liria

En una ocasión, un periodista le pidió a Einstein que explicara en pocas palabras lo que era la teoría de la relatividad. “¿Sabría usted explicarme antes lo que es un huevo frito?”, respondió éste. El periodista asintió desconcertado. “Muy bien”, dijo Einstein, “pues entonces, explíqueme lo que es un huevo frito pero suponiendo que yo no tengo ni idea de lo que es un huevo, que en mi vida he visto una gallina y que no sé ni lo que es una sartén ni lo que es el aceite”.

Sobre Venezuela se ha mentido tanto en los medios de comunicación –y se ha mentido de una manera tan unánime y orquestada– que se ha vuelto casi imposible explicarse al respecto. Es imposible argumentar nada cuando hay demasiadas mentiras de por medio. Los que hemos intentado balbucear algo en algún debate de televisión, o los que, sencillamente, nos hemos enredado a discutir alguna vez con cualquier lector de El País o de El Mundo o con un espectador medio del telediario, hemos tenido la sensación de encontrarnos en una situación infinitamente más apurada que la de ese periodista interrogado por Einstein. Es como intentar explicar lo que es un huevo frito a alguien que sabe perfectamente que
un huevo es una castaña, que considera demostrado que las gallinas son canguros, que cuando dices “sartén” entiende de inmediato “trompeta” y que por aceite hirviendo entiende helado de vainilla.

Para decir una sola palabra sobre el no a la Reforma Constitucional, ¿por dónde debo comenzar? ¿Por intentar que se respete el hecho democrático de que Chávez ganó las elecciones? ¿Por demostrar que en Venezuela hay división de poderes, libertad de prensa y libertad de expresión hasta el punto de que una cadena como RCTV, que participó activamente en un golpe de Estado y que se hizo famosa por sus llamadas al magnicidio, no sólo no ha sido prohibida ni su director encarcelado sino que está emitiendo por cable sin problema legal alguno? ¿Que el sistema de conteo de votos que los medios no han parado de denunciar como “sospechoso” ha sido legitimado por todos los observadores internacionales, incluido Jimmy Carter? ¿O intento explicar a los oyentes de la Cope que los 3.000 muertos del caracazo fueron en 1989 y que por tanto no pudieron ser, como suele decir Jiménez Losantos, consecuencia de la intentona golpista de Chávez (en 1992)?

El intento de explicar las cosas es más difícil aún. Uno lo da todo por perdido cuando se trata de hablar con gente que no sólo está completamente convencida de que un huevo es una castaña, sino que, encima, no ve ningún problema en que, al mismo tiempo, sea un huevo. Sobre Venezuela, es cierto, hace tiempo que se perdió no sólo la vergüenza sino también el principio de no contradicción. Hace ya siete años una persona culta y enterada (y que parecía, además, sincera), un ejecutivo de un banco español que hacía transacciones con Venezuela, me explicó que estaban muy preo-cupados porque Chávez era un dictador. Le pregunté que por qué estaba tan seguro de ello, habida cuenta de que había ganado limpiamente las elecciones. Dudó un momento y me espetó que “sí”, pero que era “evidente que no tenía intención de volver a convocarlas”. Eso lo convertía en dictador desde ya mismo. Si no me fallan las cuentas, en los siete años que nos separan de esta conversación Chávez ha convocado seis consultas electorales, incluyendo ésta que acaba de perder. El otro día, estuve hablando con dos colegas en la Universidad. Entre los dos sumaban tres carreras, un grado de doctor y dos oposiciones ganadas, o sea, un nivel bastante más culto que la media. Eran, por otra parte, espectadores y lectores normales y corrientes de nuestros telediarios y de nuestros periódicos. Los dos estaban sinceramente convencidos de que si ganaba el sí a la Reforma, Chávez quedaba elegido de forma vitalicia, sin necesidad de volverse a presentar nunca más a las elecciones. Es lo que habían entendido en los medios.

Ahora, el “caudillo” Chávez, el “dictador” que ha concentrado en sus manos un “poder absoluto” (El País, 3-12-2007), ha afrontado la derrota de la Reforma con estas palabras: “Ahora los venezolanos y venezolanas debemos confiar en nuestras instituciones. A quienes votaron por mi propuesta y a quienes votaron contra mi propuesta, les agradezco y les felicito porque han comprobado que este es el camino. Sepan administrar su victoria, mírenla bien matemáticamente. No es que se la doy, ustedes se la han ganado. Ojalá se olviden para siempre de los saltos al vacío, de los caminos de la violencia, de la desestabilización”.

Así pues, no parece que la pregunta sea si Chávez aceptará el resultado de la consulta. La pregunta es, por ejemplo, si los medios de comunicación españoles aceptarán que Chávez la haya aceptado. Si reconocerán que todas las mentiras y más mentiras que durante años han soltado respecto de la ausencia de democracia en Venezuela no tenían fundamento. Si reconocerán ahora, cuando menos, que el sistema electrónico de contar votos era legítimo. Si aceptarán y respetarán de una vez por todas ahora –nunca es demasiado tarde– el resultado de las anteriores consultas electorales, en las que Chávez obtuvo la victoria y si, por lo tanto, dejarán de alentar desde Europa a la oposición golpista venezolana.

Desde luego, no hay motivos para ser nada optimista. La oposición venezolana no se resignará ni mucho menos a obtener de las urnas lo que las urnas le han dado. De ninguna manera se resignarán a los cinco años de mandato constitucional que todavía le quedan a Chávez. Clamarán contra la democracia que no habrá democracia en Venezuela hasta que Chávez renuncie. Y los medios de comunicación españoles seguirán jaleando. Todo el entusiasmo mediático que dio cobertura al golpe de estado de 2002 se concentrará ahora en una nueva receta: la revolución naranja.

Carlos Fernández Liria es profesor titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid

domingo, 2 de diciembre de 2007

Entrevista a S. Zizek

Por Sonia Arribas y Howard Rouse

Comencemos hablando de tus más recientes publicaciones: ensayos introductorios a los discursos y escritos de Robespierre y Mao (Verso, 2007). En estos textos mantienes –como ya hiciste anteriormente con Lenin– que, en cierto modo, hoy día tenemos que «repetir» los gestos revolucionarios de estas dos figuras. ¿Por qué?

Es muy simple: son las figuras revolucionarias por antonomasia. Y Mao es la última gran figura. Grande en el sentido de que realmente llevó a cabo una revolución. En una situación como la nuestra, en la que la izquierda no puede hacer mucho, lo importante es mirar al pasado y ver qué es lo que estuvo bien –los grandes momentos emancipadores–, y también lo que salió mal. El éxito y el fracaso son inseparables. Se trata de aislar el momento emancipador, pero analizando al mismo tiempo por qué fracasó de una forma terrible. Por consiguiente, cuando digo «repetir» –ya lo expliqué en el libro sobre Lenin– soy muy preciso; uso esta palabra no en el sentido literal de «hacer lo mismo»; lo que está en juego es más bien el plano teológico de la repetición: Kierkegaard, Walter Benjamin… Es decir, las cosas se repiten porque fracasan. Haces algo mal y tienes que repetirlo para que la segunda vez salga bien. Yo sigo siendo marxista en un sentido irónico: ¿acaso los mejores libros marxistas no son siempre historias sobre un fracaso? Por ejemplo: Trotsky escribió sobre el fracaso de la revolución de Octubre, Marx sobre las causas del malogro de la comuna de París… Siempre se trata de narrar un fracaso; más aún, se trata de corregir los errores. Por ejemplo, a propósito de Lenin, yo no soy uno de esos trotskistas que sueñan que si Lenin hubiera sobrevivido dos años más y hubiese pactado con Trotsky, todo habría ido bien. Eso no es cierto: habrían tenido que enfrentarse a los mismos problemas, la misma situación… Y soy extremadamente crítico con Mao. Mi amigo, el maoísta Alain Badiou, me escribió una carta feroz en la que me atacaba brutalmente porque no le había gustado nada mi ensayo de presentación de los textos de Mao, donde escribo que la verdadera revolución cultural es hoy el capitalismo, que lo que Mao intentó hacer fracasó miserablemente frente al capitalismo.

A diferencia de los tópicos liberales o conservadores que sostienen que cualquier deseo de cambio acabará necesariamente en el Gulag, afirmas que Robespierre y Mao fracasaron porque no fueron lo suficientemente radicales. Ni la revolución jacobina de Robespierre ni la cultural de Mao llegaron verdaderamente a intervenir en el nivel de la economía; ambas se quedaron en el nivel de la «pura política». Sugieres incluso que la ferocidad de estas revoluciones fue un síntoma de su fracaso en la transformación de la economía.

En el nuevo libro que estoy escribiendo (In Defense of Lost Causes, Verso, 2007) repito irónicamente incluso a Brecht, quien dijo, a propósito de un espíritu malo en un poema japonés, que lo difícil es ser verdaderamente malo. Es decir, lo difícil es ser verdaderamente violento en la historia. Todas las grandes explosiones de violencia que conocemos son fundamentalmente signos de impotencia, fracasos. La furia jacobina (con toda la simpatía que siento por ella –y nadie me va a despojar de mi jacobinismo–) fue tan sólo eso: furia, impotencia. Si tratamos de imponer la igualdad sin cambiar las condiciones económicas, todo lo que hacemos es explotar con furia. Lo mismo le pasó a Mao, e incluso a Stalin. ¿Fueron las grandes purgas estalinistas –tal y como dirían hoy los anticomunistas– el divertimento de un amo supremo? No, la verdad es que el sistema generaba un estado de pánico total. Es interesantísimo leer los nuevos libros que van saliendo sobre el estalinismo, basados en los archivos que se han abiertos recientemente. En ellos se ve que la atmósfera que se respiraba en los niveles superiores de la nomenclatura era de pánico. No había nada de transparencia, nada estaba bajo su control, no sabían lo que estaban haciendo.

Regresemos a Mao: a pesar de tus críticas, aprecias muchos de sus logros. Por ejemplo, a diferencia de la ortodoxia marxista –que siempre enfatizó el papel central del proletariado– Mao logró la movilización masiva del campesinado, una clase generalmente considerada conservadora o, cuando menos, apática. ¿Hay equivalentes contemporáneos de ese campesinado de Mao? ¿Quizá el «proletariado informal» de las favelas que describe Mike Davis en Planeta de las ciudades miseria (Akal, 2007)?

Para cualquier persona de izquierdas seria, las ciudades miseria y las favelas tienen que ser hoy una fuente de esperanza utópica. Son un fenómeno extremadamente interesante. Estamos hablando de grandes grupos de gente junta, pero no unida por ningún tipo de vínculo religioso o ideológico. Hoy está muy de moda decir –el último Deleuze lo sostuvo en su desarrollo de Foucault– que la sociedad contemporánea ya no se basa en la represión directa, sino en el control, el registro, la administración... El control se incrementa: pensad en Estados Unidos, no creo que haya habido nunca en la historia de la humanidad una sociedad que controlase tanto y con tanto detalle a sus ciudadanos. En las favelas o ciudades miseria el estado ultracontrolador se retira de una parte considerable de su territorio. Los que allí viven son los que Agamben llamaría homini sacer. Son zonas extensas que se están quedando fuera de la soberanía estatal. Ernesto Laclau me ataca en uno de sus textos diciendo que idealizo las favelas, que son realmente lugares de miseria y criminalidad, pero yo soy perfectamente consciente de esa realidad de mafia, economía sumergida, drogas y, en el mejor de los casos, fundamentalismo religioso. Lo que ocurre es que no son sólo eso. La prueba es Hugo Chávez.

¿Chávez?

Sí, aunque tenga serios problemas con él y no me cuente entre quienes lo ensalzan completamente. Pongamos entre paréntesis los detalles cómicos –el que salga como un payaso en la televisión tres horas todos los domingos, etc.–, eso es lo de menos. Su política exterior es hasta cierto punto una catástrofe. Su acercamiento a Irán y Bielorrusia es una locura. Pero, a pesar de todo esto, creo que ha hecho dos o tres cosas interesantes e importantes. Su primer gran logro (algo que no vale para nuestros países, pero que es crucial en el contexto del Tercer Mundo) fue la movilización política de las favelas, que lo salvaron del intento del golpe de estado. Conozco a gente que lo conoce personalmente y me han dicho que a él mismo le sorprendió. Es decir, no conozco ningún otro movimiento político hoy que haya tenido éxito en la organización y la politización de los excluidos de las ciudades miseria. En Brasil, por ejemplo, y hasta donde yo sé, las favelas están más o menos despolitizadas, llenas de fanáticos religiosos, gángsteres, mafiosos, etc. Hay cierta actitud defensiva, pero no una verdadera politización. El segundo gran logro de Chávez es que, al tiempo que obedece formalmente, más o menos, las reglas de la democracia, también trata de conseguir una movilización política de la gente que evite la necesidad de una organización bajo la forma del partido. Pero, tal y como predije, no puede evitarla completamente: según las últimas noticias Chávez ha constituido un partido. Negri y Badiou se van a horrorizar. ¿No dicen que la forma partido es algo del pasado? Pero, por supuesto, ahora se le viene encima el verdadero problema. Bajo una presión económica grave –boicots, escasez de comida…– tendrá que tomar medidas económicas serias; a partir de ahora se va a dar de bruces con el límite.

En tu obra intentas cruzar este límite continuamente cuando te opones a dos formas contemporáneas prominentes –por no decir hegemónicas– de política: la «postpolítica» –la liberal, democrática y despolitizada «administración de cosas» (parodiando la formulación de Engels)– y la «pura política», el pensamiento jacobino de Laclau, Badiou, Rancière y Balibar, quienes se han apartado de la economía política porque les da miedo caer en un «esencialismo económico».

Sí, totalmente. Pero en relación con la postpolítica quisiera aclarar que no soy uno de esos izquierdistas arrogantes y a la antigua que piensan que la Tercera Vía de Blair y Zapatero es una traición. En cierto sentido, es una opción muy honesta que dice: vale, no podemos llevar a cabo un cambio total, aceptemos pues las reglas del capitalismo global y, simplemente, intentemos hacerlo un poquito mejor. Ahora bien, lo que digo es que esta posición tiene un límite. Y me pregunto: ¿funcionará hasta el final? ¿Es ésta la posición última? Si la respuesta es afirmativa, entonces Fukuyama estaba en lo cierto. Nos podemos reír de Fukuyama todo lo que queramos –ese idiota que pensaba que la historia ya había terminado– pero, en lo fundamental, aceptamos calladamente lo que dijo: nadie cuestiona realmente la democracia capitalista, simplemente se trata de hacer pequeñas mejoras. Tal y como dijo Blair, en vez de excluir dogmáticamente el capitalismo, tenemos que luchar con él contra la pobreza.

Así que, repitamos la pregunta: ¿tienen la «postpolítica» y la «pura política» un límite definido?

Sí, aunque no diría que se trate de fenómenos separados, sino extrañamente suplementarios. Cuando la política se limita a la «pura política», en el plano de la economía nos quedamos con la mera administración. Éste sería, a mi juicio, el problema fundamental del pensamiento de Alain Badiou. Por ejemplo, cuando Badiou y su amigo Sylvain Lazarus juzgan el período revolucionario en Rusia, sostienen que el Lenin de ¿Qué hacer? es el bueno, el de una política nueva. Luego todo empieza a marchar mal ya con la Revolución de Octubre, con su regresión a la política de estado. A mí, en cambio, lo que me fascina es precisamente el problema de cómo imponer un orden nuevo. Dar un golpe de estado es fácil. Lo que los bolcheviques trataron de hacer a principios de los años veinte fue ir más allá: reorganizar la economía y los rituales de la vida cotidiana. Era un momento maravilloso, la guerra civil había terminado y la gente se enfrentaba con la cuestión de cómo reorganizar sus vidas: las bodas, los funerales, la educación, etc. Es aquí, en la esfera de los rituales cotidianos, donde se hace la verdadera revolución. Así que fue una señal del fracaso de Stalin el que a principios de los años treinta reintrodujera, a marchas forzadas, la cultura tradicional rusa. De repente, renunció al sueño del hombre nuevo socialista y se volvió al modelo de las grandes figuras culturales rusas (Pushkin, Chaikovski, etc.), y occidentales (Shakespeare, Goethe, etc.). Fue como admitir la derrota. Por tanto, sospecho de la idea de revolución como puro momento de libertad en el que el amo es puesto en suspenso y de pronto todos nos fraternizamos. Lo que me interesa es la resaca, lo que viene después, el problema de cómo imponer y organizar un orden nuevo.

Sobre este problema, llama muchísimo la atención que en tu texto sobre Robespierre digas que todavía quieres defender el concepto de Marx de la «dictadura del proletariado».

¿Quiénes son hoy el proletariado? Son precisamente, tal y como lo expresaría Jacques Rancière, «la parte sin parte», los que están en el nivel cero, los excluidos de toda forma de representación política. Permanezco fiel a la vieja lógica marxista según la cual los excluidos son los que representan la universalidad. La «dictadura del proletariado» sería, a mi juicio, el momento en que ellos reivindican su universalidad. ¿Cuándo, por ejemplo, devino verdaderamente política la Revolución Francesa? No cuando el tercer estamento quería tener su propio papel en el juego, sino cuando le dijo a los otros: «No sois nada. Nosotros somos el pueblo». Es un momento de universalización violenta sin el cual la democracia no tiene sentido. Siempre hay una tensión entre el procedimiento puro, un buen aspecto de la democracia, y el momento violento de la universalización. Recordad, por ejemplo, la primera victoria de Bush Jr. en Florida: fue un caso de democracia procedimental pura. Se establece un conjunto de normas y hay que seguirlo independientemente de lo que pase. Ningún demócrata cuestionó el juicio de la corte suprema sobre la validez del recuento de votos. Y, por otro lado, están los momentos de «dictadura del proletariado». Toda revolución auténtica contiene ese aspecto «terrorista» –y no hablo de bombas– en el que la estructura es aniquilada y se atraviesa un nivel cero. No estoy diciendo que algo así pueda durar eternamente; lo que digo es que para que haya una verdadera renovación de la sociedad tenemos que atravesar este momento y que sólo así se abre terreno a lo nuevo.

Pero, ¿no hay cierta ambivalencia en tu uso «democrático» –incluso «puramente político»– del concepto de Marx? Es una ambivalencia que aparece una y otra vez en tu obra: a veces sugieres que la «dictadura del proletariado» no es más que otro nombre para los estallidos igualitarios, radicales y democráticos en los que los excluidos reivindican la universalidad, y otras propones –con Alain Badiou– que para pensar hoy la posibilidad de un nuevo orden necesitamos cuestionar rigurosamente el concepto mismo de democracia. Este segundo sentido, según el cual la «dictadura del proletariado» trascendería las concepciones actuales, «puramente políticas», de la democracia –tal vez mediante la democratización de la economía– está mucho más próximo al significado originario de Marx.

Lo que admiro de Lenin es que a él no le bastó la mera explosión igualitaria. Quiso traducir esta explosión en un nuevo orden. Hay que romper el ciclo de las explosiones revolucionarias ocasionales y a las que inevitablemente sigue una vuelta al antiguo orden. No es que yo sea ambiguo sobre la democracia, sino que la democracia como tal es ambigua. Lo que la mantiene viva es el momento «terrorista» de negatividad abstracta. Y tendremos que reinventarlo porque hoy día está absolutamente excluido de la postpolítica administrativa contemporánea. Ahora sólo lo experimentamos en tanto que explosiones irracionales.

Y para reinventar ese momento y transformar la explosiones irracionales en una verdadera movilización política, defiendes que hay que empezar a hablar otra vez del capitalismo. Eres uno de los muy pocos pensadores importantes actuales que sigue enfatizando que el funcionamiento del capitalismo global constituye el verdadero marco universal de todas nuestras acciones sociales y políticas.

Sí, creo que el verdadero problema hoy sigue siendo el capitalismo como tal. No es que lo odie. Seamos francos: si uno es de izquierdas y honesto, ha de reconocer, aun siendo un poco patético, que nunca en la historia ha habido tanta gente viviendo una vida tan relativamente buena y segura como la que se vive hoy en día por término medio en Europa occidental. Hay que ser justos hasta con el diablo. Todo lo que estoy diciendo es que el capitalismo está generando antagonismos que van a explotar. De modo que, volviendo a lo que dije antes, hemos de retrotraernos al pasado para ver qué salió bien y qué mal, y estar alerta para afrontar problemas similares. Acepto la famosa formulación de Walter Benjamin de que lo que tenemos que hacer no es seguir subidos en el tren de la historia, sino más bien ponerle frenos. El tren es el capitalismo.

Lo que no significa que apoyes toda esa serie de esfuerzos contemporáneos que intentan aminorar la velocidad del tren al tiempo que lo dejan marchar tranquilamente por su vía, ¿no es así?

En efecto. En mi libro sobre Irak, La tetera prestada (Losada, 2006), usé la expresión «capitalismo laxante de chocolate» para describir a Gates y Soros. Un laxante de chocolate –y este tipo de cosas realmente existen en Estados Unidos– te permite comer chocolate pero sin engordar. El capitalismo de Gates y Soros opera del mismo modo: durante la mitad del día acumulan dinero, durante la otra mitad lo devuelven.

Has llamado a Soros un «hipócrita andante», una «contradicción viviente».

Sí, pero no lo digo en sentido psicológico. No dudo de que sea una persona honesta. Y tampoco es una excentricidad. Tal y como argumenta Peter Sloterdijk en su último libro, la caridad ya no es, como en los viejos tiempos de Carnegie, una excentricidad al sistema: un capitalista que se vuelve loco cuando se hace viejo y se deshace de todo su dinero. No, estrictamente hablando, forma parte cada vez más del ciclo de la reproducción capitalista. Primero se acumula dinero y luego, para restablecer la balanza, hay que devolverlo. A mi juicio, es un triste reconocimiento de fracaso. Significa que el sistema no puede hoy sobrevivir en sus propios términos. Tiene que incluir la caridad, que es hoy una categoría político-económica central.

Continuemos con la metáfora de Benjamin de intentar parar o ralentizar el tren del capitalismo. Has criticado también el movimiento altermundialista o antiglobalización ya que, a tu juicio, no ha podido o querido hacer frente a la cuestión necesaria y difícil de la asunción del poder, por lo que se arriesga a condenarse a sí mismo a una impotencia bienintencionada.

Escribí un texto muy cruel y por el que se me odia llamado «Porto Davos». El argumento está claro en el mismo título: ya no hay una oposición entre los ricos en Davos y los pobres en Porto Alegre porque los de Porto Alegre han sido invitados a los debates de Davos. Pero incluso antes de que esto ocurriera ya me parecía que la atmósfera en Porto Alegre era demasiado carnavalesca. También me resultan sospechosas figuras como el Subcomandante Marcos. Ha adoptado en lo fundamental el papel carnavalesco de un poeta de poder alternativo. No es de extrañar que nadie se pusiera en su contra; gusta incluso a los medios de comunicación. Es demasiado fácil adoptar una alternativa moral y estética.

También eres escéptico ante el antiamericanismo habitual en muchos de los intentos recientes de desarrollo de modelos «alternativos» de capitalismo o de modernidad.

Tengo muchas dudas sobre el antiamericanismo. En primer lugar, coincido con Alain Badiou, quien está totalmente en contra de la tentación en la que caen tantos izquierdistas europeos de simpatizar con Hezbolá y Hamás. Es esa idea de que, bueno, tal vez sean islamistas, pero también son movimientos antiimperalistas. No acepto ese chantaje por el cual el enemigo de mi enemigo tiene que ser mi amigo. Pero yo cuestionaría asimismo esta definición del enemigo. El antiamericanismo es a menudo una especie de sustituto, una forma de evitar el anticapitalismo. Si dices que el enemigo no es el capitalismo global sino el imperialismo americano, entonces dejas la puerta abierta a tu particular forma de capitalismo –patriota, nacionalista, etc.–. Lo que me lleva a otro mito que condeno totalmente. Está de moda ahora –también entre la izquierda– el hablar de una «modernidad alternativa»: la modernidad occidental no es la única y es posible otra modernidad propia y distinta. A esto replicaría diciendo que en Europa ya conocimos un gran movimiento de modernidad alternativa: se llamó fascismo.

¿Y el estado de bienestar? ¿Se puede seguir usando para frenar un capitalismo de por sí desenfrenado?

El modelo del estado de bienestar está muerto. Hay que inventar algo nuevo. Ésta es la razón por la que no estoy de acuerdo con mi amigo Richard Rorty –es un liberal, pero nos llevamos bien–. Le pregunté un día: «¿qué es lo que quieres de verdad?» Me respondió que su ideal son los demócratas norteamericanos de los años cincuenta, un New Deal liberal y de izquierdas. De veras cree que algo así se puede poner en marcha hoy en día. En cierto modo, es una posición muy idealista. Según él, lo único que hay que hacer es convencer a la elite para que crean otra vez en el estado de bienestar. Pero no es así. Y la razón no es otra que la existencia del mercado internacional. Lo que me lleva a otra postura: mucha gente piensa que dado que ya tenemos el capitalismo global, lo que nos falta es simplemente la correspondiente estructura jurídica mundial, con leyes que pudieran ser impuestas y no meras proclamaciones abstractas. Me parece una fantasía. Los liberales de izquierda –incluso los seguidores de la Tercera Vía– consideran que hay organismos expertos –como la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial– que de verdad toman decisiones que nos afectan a todos, así que defienden que hay que democratizarlos. Pero esto es imposible, no se puede imaginar elecciones mundiales a este tipo de instituciones, nos topamos con un límite de la democracia. Pensar que podemos suplementar el capitalismo global con mecanismos estatales globales y democráticos es un sueño. Son problemas muy serios que estamos empezando a afrontar y mi pronóstico es bastante negro.


Frente a estos problemas, ¿crees que es imposible o ingenuo ignorar –como hacen hoy muchos– la cuestión del poder del estado?

No tengo ningún tipo de problemas con que el estado tenga un papel fuerte. Aquí es donde me opongo más ferozmente a Antonio Negri y su idea de que el modelo de estado centralista ha llegado a su fin. ¿Dónde? El estado se está fortaleciendo más que nunca. Jamás ha habido, en términos de sus mecanismos de control, un estado más poderoso que el que existe ahora en Estados Unidos. Creo que la izquierda debería usar sin reparos el poder estatal siempre y cuando le sea posible. Todos conocemos la retórica postmoderna según la cual ya llegó a su fin la era de la toma de decisiones centralizada y jerárquica; en su lugar habría ahora autoorganización, autopóiesis, agentes múltiples, etc. Aquí llegamos a la contradicción del último Negri, quien se ve forzado, cada vez más, a pensar que el capitalismo de hoy ya opera según la lógica de la multitud. Es cierto que fluctúa entre varias posiciones, pero en una entrevista reciente que mantuvo en Brasil dijo abiertamente que el capitalismo contemporáneo ya es prácticamente comunista, y que no hace falta combatirlo más. Yo creo que debemos volver a hablar de la acción colectiva transformadora. ¿No nos están obligando a rehabilitar la noción de una gran acción colectiva, incluso transnacional, para afrontar problemas como el de la crisis ecológica? Todo el mundo nos chantajea diciendo que las grandes acciones colectivas terminan necesariamente en el Gulag, pero si hay una cosa que necesitamos hoy son las grandes decisiones colectivas.

Y esta acción colectiva, ¿debería limitarse a influir en el estado? ¿Es el estado el único nivel realista de la movilización política?

¿Por qué sólo el estado? A largo plazo, ¿por qué no apoderarse de él o, por ejemplo, hacer algo similar a Chávez: introducir nuevas formas de autoorganización a través del estado, usándolo cuando sea necesario? Lo que no me gusta es la idea de que el estado es malo en sí mismo. Creo que «resistencia» es una de esas palabras que debería ser prohibida. Hoy todo el mundo «resiste»; Bill Gates lo hace frente al poder del estado cuando éste intenta restringir su monopolio, etc. Otro ejemplo: el conflicto típico hoy en Estados Unidos es el que se da entre comunidades locales autoorganizadas conservadoras, que quieren, por ejemplo, que la enseñanza de la teoría de la evolución sea prohibida en las escuelas, o quitar derechos a los homosexuales, y el estado que interviene para proteger una posición más abierta. Por tanto, no estoy diciendo que el estado haya de ser nuestro horizonte último, sino que su poder no puede ser simplemente ignorado o «resistido». No acepto la idea –que el propio Badiou a veces defiende– de que la política verdadera tiene lugar fuera del estado. ¿Qué significa tal cosa? ¿Significa fuera del estado en el sentido de que debemos transformarlo o en el sentido de que tenemos nuestro pequeño espacio desde el que «resistimos», al tiempo que todavía dependemos del trabajo sucio del estado? Por ejemplo, en su enormemente interesante texto sobre la revolución cultural, Badiou admite prácticamente que lo que en verdad arruinó la revolución fue la necesidad de que el estado y la economía tuvieran que seguir funcionando. Mao se hizo cargo de la revolución cultural y Zhou Enlai se aseguraba de que el estado funcionara y la gente no muriera de hambre. Para mí, ésta es la mayor tragedia posible. La revolución no es un gran acto político; se debe hacer precisamente a ese nivel de la vida cotidiana que Badiou tanto desprecia.

Bueno, pero, ¿no es el trabajo la parte principal de la vida diaria de la gran mayoría? Es decir, ¿no requeriría esa revolución en la vida cotidiana una repolitización de las condiciones del trabajo, algo que afecta a lo puramente «económico», supuestamente?

Sí, pero no me preguntéis cómo. No tengo ninguna solución. Todo lo que estoy diciendo es que el problema fundamental es el funcionamiento global del capital y que todo lo demás es negociable. Para regresar a Badiou, aunque se opone formalmente al capitalismo, el edificio completo de su pensamiento funciona sin referencia alguna a la crítica de la economía política. Ésta es su paradoja: sigue diciendo, como yo, que no es postmarxista sino, simplemente, marxista, pero el foco central de la obra de Marx es la crítica de la economía política. ¿Menciona Badiou en alguna parte la crítica de la economía política? En su obra es como si esta esfera ni siquiera existiese.

Y, ¿cómo crees que deberíamos conectar la política con la economía? En tu último gran libro, Visión de paralaje (FCE, 2006), propones la idea de una «perspectiva de paralaje» sobre la relación que se da entre la economía y la política: aunque siempre tenemos que hablar sobre ambas, no lo podemos hacer simultáneamente. Hablar sobre la una excluye hablar sobre la otra.

Sí, correcto. Pero, al mismo tiempo, hay que moverse siempre de la una a la otra, de la política a la economía y viceversa. Por ejemplo, siempre cito ese maravilloso hecho de que el manuscrito de Marx de El capital termine justamente con la introducción del tema de la lucha de clases, como si en su obra económica fuera imposible hablar políticamente sobre este tema.

Pero no fue ahí donde el texto tenía que haber terminado; Marx murió antes de completarlo. De hecho, sólo completó una fracción de lo que se propuso escribir.

Sí, pero aquí es posible volverse medio religioso. A los teóricos y los artistas siempre les gusta morir en el momento justo. Marx murió exactamente cuando tenía que haber solucionado el problema de la lucha de clases. De una manera similar, todo el mundo dice que es muy triste que Puccini muriese antes de que pudiera finalizar el último acto de Turandot. Pero se enfrentaba a un problema insoluble: se quedó atrapado en una contradicción formal y murió en el momento justo para evitarla.

Es un tanto duro decir algo así sobre Marx. ¿No es el objetivo central de El capital mostrar que es imposible separar lo «puramente político» de lo «puramente económico», que la «economía» está enteramente atravesada por la lucha de clases «política»? Para Marx, una necesidad económica –el que el trabajador tenga que trabajar para el capitalista– es siempre de antemano política, el resultado de una organización histórica y política determinada.

Quizás, quizás. Todo lo que estoy diciendo es que el problema fundamental hoy es el capitalismo y la posibilidad de reorganizar nuestra vida cotidiana. Y que aunque –por lo menos en Europa occidental– todavía vivimos en tiempos relativamente tranquilos, se aproximan grandes tormentas por el horizonte.



© Sonia Arribas y Howard Rouse, 2007. Entrevista publicada bajo una licencia Creative Commons.

"La resistencia es rendición" de Slavoj Zizek

London Review of Books
Traducido del inglés para Rebelión por S. Seguí


Una de las lecciones más evidentes de las últimas décadas es que el capitalismo es indestructible. Marx lo comparó con un vampiro, y uno de los elementos destacados de la comparación, en estos momentos, es la capacidad de los vampiros para alzarse de nuevo después de haber sido acuchillados hasta la muerte. Incluso el intento de Mao, con la Revolución Cultural, de borrar hasta el mismo rastro del capitalismo ha desembocado en su triunfal retorno.

La Izquierda de nuestros días reacciona en diferentes direcciones a la hegemonía del capitalismo global y su suplemento político, la democracia liberal. Puede, por ejemplo, aceptar la hegemonía, pero continuando la lucha por las reformas dentro del marco hegemónico (se trata aquí de la democracia social tipo Tercera Vía.)

O bien, acepta que la hegemonía va a ser permanente, pero que no obstante es posible resistir a partir de sus intersticios.

O bien, acepta la futilidad de toda lucha, dado que la hegemonía es tan amplia que no hay nada que hacer realmente, salvo esperar un estallido de divina violencia, en lo que sería una versión revolucionaria de la afirmación de Heidegger: “Sólo Dios puede salvarnos.”

O bien, reconoce la temporal futilidad de la lucha. En este momento de triunfo del capitalismo global –se afirma— no es posible una verdadera resistencia, de manera que todo lo que queda por hacer hasta tanto no se renueve el espíritu revolucionario de la clase trabajadora global es defender lo que queda del Estado del bienestar, confrontando a los detentores del poder a demandas que sabemos que no pueden satisfacer, y por lo demás retirarse a los estudios culturales, donde uno pueda continuar en silencio su trabajo de crítica.

O bien, hace hincapié en el hecho de que el problema es más fundamental, y que el capitalismo globalizado es en última instancia un efecto de los principios subyacentes de la tecnología o la razón instrumental.

O bien, postula que se puede socavar el capitalismo global y el poder del Estado no mediante un ataque directo sino mediante una reubicación del ámbito de la lucha en la práctica cotidiana, en la que se pueda construir un mundo nuevo. De este modo, los fundamentos del poder del capital y el Estado irán siendo socavados gradualmente y, en algún momento, el Estado se derrumbará (un ejemplo de este enfoque lo constituye el movimiento zapatista.)

O bien, toma la ruta postmoderna, trasladando el acento de la lucha anticapitalista a las múltiples formas de lucha político-ideológica por la hegemonía, haciendo hincapié en la importancia de una nueva articulación del discurso.

O bien, apuesta por la repetición, a escala postmoderna, del gesto marxista clásico de instaurar la determinación negativa del capitalismo: con el actual incremento del trabajo cognitivo, la contradicción entre la producción social y las relaciones capitalistas se ha hecho más flagrante que nunca, y hace posible por primera vez la democracia absoluta (en lo que sería la posición de Hardt y Negri.)

Estas posiciones no se presentan como un modo de evitar otras auténticas políticas radicales de izquierda, sino que lo que tratan de manifestar es, sin duda, la falta de una posición de ese tipo. Sin embargo, esta derrota de la Izquierda no es toda la historia de estos últimos treinta años. Hay otra lección, no menos sorprendente, que merece aprenderse de los comunistas chinos, que están presidiendo lo que podríamos calificar como el más explosivo desarrollo del capitalismo en toda la historia, y del crecimiento de la Tercera Vía socialdemócrata en Europa Occidental. Puede concretarse, en pocas palabras, en la frase: podemos hacerlo mejor. En el Reino Unido, la revolución de Margaret Thatcher fue, en su momento, caótica e impulsiva, y estuvo marcada por una serie de contingencias imprevisibles. Fue más tarde Tony Blair quien fue capaz de instituirlo o, por decirlo en palabras de Hegel, elevar (lo que parecía en un primer momento) una contingencia, un accidente histórico, al rango de necesidad. Thatcher no era thatcherista, era sólo ella misma; ha sido Blair (más que John Major) quien realmente ha dado forma al thatcherismo.

La respuesta de algunos críticos de la Izquierda postmoderna a este dilema es convocar a una nueva política de resistencia. Se acusa a aquellos que siguen insistiendo en luchar contra el poder del Estado, por no hablar de tomarlo, de permanecer anclados en el viejo paradigma: la tarea de hoy día, dicen sus críticos, es resistir al poder del Estado retirándose de su terreno y creando nuevos espacios fuera de su control. Esto es, por supuesto, lo contrario a aceptar el triunfo del capitalismo. Las políticas de resistencia no son sino el suplemento moralizante a la izquierda de la Tercera Vía.

El reciente libro de Simon Critchley Infinitely Demanding (Infinitamente exigentes) es la cristalización casi perfecta de esta posición. Para Critchley, el Estado liberal-democrático no es algo pasajero. Los intentos de abolir el Estado han fallado miserablemente; por consiguiente, la nueva política debe ubicarse a una cierta distancia de él: movimientos contra la guerra, organizaciones ecologistas, grupos de protesta contra los abusos racistas o sexuales, y otras formas de autoorganización. Tiene que ser una política de resistencia al Estado, de bombardeo del Estado con demandas imposibles, de denuncia de las limitaciones de los mecanismos del Estado. El principal argumento para desarrollar las políticas de resistencia a cierta distancia del Estado gira en torno a la dimensión ética de la demanda, infinitamente exigente, de justicia: no hay ningún Estado que pueda hacer caso omiso a esta llamada, por cuanto su objetivo último, inscrito en su realpolitik, es el de hacer posible su propia reproducción (su crecimiento económico, seguridad pública, etc.)

Critchley escribe:

Es evidente que la Historia la escriben, por lo general, quienes disponen de porras y armas de fuego, y que uno no puede esperar derrotarlos mediante la sátira burlona o con plumeros para el polvo. Sin embargo, tal como la historia del nihilismo ultraizquierdista muestra con toda elocuencia, en el momento en que uno toma en sus manos una porra o un arma de fuego está ya perdido. La resistencia política anárquica no debería pretender imitar o reflejar la violenta soberanía arcaica a la que se enfrenta.”

Así pues, ¿qué deberían hacer, por ejemplo, los seguidores estadounidenses del Partido Demócrata? ¿Dejar de competir por el poder del Estado y retirarse a los intersticios de éste, dejar el poder estatal a los republicanos y comenzar una campaña de resistencia anárquica? ¿Y qué haría Critchley si se enfrentase a un adversario como Hitler? Sin duda, en un caso así uno debería “imitar o reflejar la violenta soberanía arcaica” a la que se enfrenta. ¿No debería la Izquierda establecer una distinción entre las circunstancias en que se puede recurrir a la violencia en la confrontación con el Estado, y aquéllas en las que todo lo que uno puede y debe hacer es utilizar la sátira burlona o el plumero para el polvo? La ambigüedad de la posición de Critchley emana de una extraña incongruencia: ¿si el Estado no es algo pasajero, si es imposible abolirlo (o abolir el capitalismo), ¿por qué retirarse? ¿por qué no actuar con (en) el Estado? ¿por qué no aceptar la premisa básica de la Tercera Vía? ¿por qué limitarse a una política que, tal como señala Critchley, pone en cuestión al Estado y pasa cuentas al orden establecido, no para deshacerse del Estado, por deseable que pudiera ser en sentido utópico, sino a fin de mejorarlo o atenuar sus efectos perniciosos?

Estas palabras simplemente demuestran que el Estado liberal-democrático de hoy y el sueño de una política anárquica infinitamente exigente existen en una situación de mutuo parasitismo: agentes anarquistas se dedican al pensamiento ético mientras que el Estado se ocupa de gestionar y regular la sociedad. El agente ético-político anárquico de Critchley actúa como un superego, bombardeando confortablemente al Estado con sus exigencias; a su vez, cuanto más intenta el Estado satisfacer estas exigencias, más culpable aparece. De conformidad con esta lógica, los agentes anárquicos centran su protesta no en las dictaduras declaradas sino en la hipocresía de las democracias liberales, a las que acusan de traicionar los mismos principios que aseguran profesar.

Las grandes manifestaciones de Londres y Washington contra el ataque estadounidense a Irak, hace unos años, ofrecen un caso paradigmático de esta extraña relación simbiótica entre poder y resistencia. El paradójico resultado fue que ambas partes estuvieron satisfechas. Los que protestaban salvaron sus hermosas almas y dejaron bien claro que no estaban de acuerdo con la política del gobierno hacia Irak. Los que estaban en el poder lo aceptaron sin alboroto, e incluso se aprovecharon de ello: no solamente las propuestas no modificaron de ningún modo la decisión ya adoptada de atacar Irak, sino que incluso la legitimaron. Así, la reacción de George Bush a las masivas manifestaciones de protesta durante su visita a Londres, fue decir: “Ya ven, esto es por lo que luchamos, para hacer posible que lo que la gente hace aquí –protestar contra la política de su gobierno— sea posible también en Irak.”

Resulta llamativo que el rumbo tomado por Hugo Chávez desde 2006 sea el diametralmente opuesto al adoptado por la Izquierda postmoderna: en lugar de resistirse al poder del Estado, se apoderó de él (en un primer momento mediante un intento de golpe de Estado, luego democráticamente), utilizando sin cortapisas los aparatos del Estado venezolano para sus propios fines. Además, está militarizando los barrios y organizando la formación de unidades armadas en ellos. Y por último, la amenaza definitiva: ahora que siente los efectos económicos de la resistencia del capital a su mandato (escasez temporal de algunos productos en los supermercados subvencionados por el Estado), ha anunciado planes para consolidar los 24 partidos que lo apoyan en un único partido. Hasta algunos de sus aliados ven con escepticismo esta decisión y se preguntan si no se producirá a expensas de los movimientos populares que han dado su impulso a la revolución venezolana. Sin embargo, su opción, aunque arriesgada, debería ser apoyada sin reservas: la tarea consiste en hacer que el nuevo partido funcione no como un típico Estado socialista (o peronista), sino como un vehículo para la movilización de nuevas formas de política (como los comités de base de los barrios de chabolas). ¿Qué deberíamos decirle a alguien como Chávez: “No, no vaya usted a hacerse con el poder, retírese, deje el Estado y la actual situación en su sitio”? A menudo se minimiza a Chávez llamándolo bufón, pero ¿acaso una retirada no lo reduciría simplemente a una nueva versión del subcomandante Marcos, al que muchos izquierdistas mexicanos califican ahora de subcomediante Marcos?” Hoy, son los grandes capitalistas –Bill Gates, los contaminadores corporativos, los cazadores del zorro— quienes resisten al Estado.

La lección en todo esto es que lo verdaderamente subversivo es no insistir en exigencias infinitas que sabemos que los que están en el poder no pueden satisfacer. Dado que ellos saben que nosotros lo sabemos, esa actitud de exigencia infinita no presenta ningún problema para los que detentan el poder: “Es maravilloso que con sus exigencias críticas nos recuerden la clase de mundo en la que a todos nos gustaría vivir. Lamentablemente, vivimos en el mundo real, en el que tenemos que arreglarnos con lo que es posible.” Lo que hay que hacer, por el contrario, es bombardear a los que están en el poder con exigencias bien seleccionadas, precisas y finitas, que no puedan ser descartadas con la citada excusa.

Fuente: http://www.lrb.co.uk/v29/n22/zize01_.html

martes, 27 de noviembre de 2007

"Todos contra Evo" de Abel Ortiz

La universidad de Oxford acoge conferenciantes negacionistas; nazis. Que extrañas sincronías. En estos días un fantasma del KKK recorre España presentando un libro antisemita. Periódicos alemanes evidencian lo que ya se sabía; la policía de la república federal recicló antiguos SS en funcionarios demócratas, hasta los ochenta, incluyendo cargos de máxima responsabilidad. Paul Dickopf, de la gestapo durante la guerra, de la CIA después, fue presidente de la policía federal y de la Interpol. En su pueblo tiene dedicada una calle. Las raíces pardas de la democracia salida de Nuremberg.

El abogado Horst Mahler fue el único superviviente entre los fundadores de la fracción del ejército rojo, la baader-Meinhoff, exterminada, suicidada, en las cárceles de los setenta. En los noventa defiende al NPD, nazis, y recientemente es condenado por hacer el saludo hitleriano en público.

A pesar de toda esta campaña, premio Nóbel racista incluido, para televisiones, radios y periódicos los malos siguen siendo los indios; Evo, Chávez, Correa. En Santa Cruz, la región más rica de Bolivia, con enormes bolsas de gas, agitan las aguas contra Evo. Piden autonomía. En realidad quieren explotar el gas sin interferencia del gobierno. El presidente del Comité Cívico santacruceño acusa a Evo y a su gobierno de promover el tránsito a un gobierno totalitario, de buscar la confrontación racial, de utilizar una violencia solo vista en gobiernos de tiranos. El presidente del comité cívico santacruceño no es indio, como habrán sospechado. Se llama Branco Marínkovic, es licenciado en economía y finanzas por la universidad de Texas, director del Banco Económico y dueño de catorce mil hectáreas con una laguna dentro. Sus padres llegaron desde Yugoslavia en los cincuenta, perseguidos por el comunismo según la versión oficial. El tipo compara a Evo con Hitler. Todo vale.

Otro de los cabecillas de la oposición, el jefe de Unidad Nacional, Samuel Doria, se dirigía a Sucre en el momento de máxima tensión con la constituyente rodeada, las comisarías ardiendo, tres muertos en la calle y cientos de heridos. La policía paró su coche. Llevaba una ametralladora uzzi de fabricación israelí y munición abundante.

Morales está sentenciado, no le dejarán escapatoria, lo han hecho muchas veces antes. Es indio y es pobre; Nunca pisará Oxford.

martes, 20 de noviembre de 2007

Los españoles y sus politonos del Rey

“Cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país, pero éste es un tema que sale de la intención de estas notas.”

Ernesto Che Guevara. Escritos y Discursos. Tomo VII. Ciencias Sociales, La Habana.


Gracias al amigo Gagarin por la cita


Derrotas...

-Entre todos se ha conseguido que la víctima de un asesinato sea considerado "culpable" de no se sabe qué, mientras los miembros de partidos fascistas y nazis se permiten considerar al asesino un héroe ,
públicamente.

-Se ha conseguido que el término "antifascista" adquiera, para el grueso de esta nación de televidentes, connotaciones negativas, criminales.

-Consiguieron desplazar la atención de un problema importante, y que no deja en buen lugar a los empresarios españoles, a una discusión sacada de contexto, en la que, de hecho, tampoco salían bien parados nuestros representantes .

... y en medio de una euforia estúpidamente chovinista y racista , un país entero recuerda y se reafianza -una vez más, recordemos por ejemplo las bromas telefónicas a Evo Morales- en su prepotencia (neo)colonialista.

-Han logrado que siga sin hablarse del apoyo de el ex-presidente español a un golpe de estado. Ni de [...] , [... ] , [... ] ni de [...]

-Han logrado que siga sin discutirse abierta y libremente la función real de la Monarquía en pleno siglo XXI. Y en concreto de ésta.
...y han logrado, también, que se llegue a debatir si gestos simbólicos de protesta permitidos en muchísimos países sean considerados ilegales y criminales.

-Mientras, él ha conseguido que se hable (parcialmente) de sus viajes y "salvamentos" (¿secuestros?) internacionales y no de la huelga que paraliza su país

-Y a medida que sus trabajadores sufren cada vez más reveses en la defensa de sus intereses... China gana enteros en la opinión pública (y la privada) europea.

-En definitiva, "triunfos" de la inteligencia humana. Menos mal que al menos podemos evitar las habituales y peligrosas indigestiones de nuestros niños

jueves, 15 de noviembre de 2007

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Con Carlos, contra el Nazi-Fascismo


Os convocamos a la manifestación que tendrá lugar el próximo Viernes, 16 de Noviembre, a las 18:00. desde el Metro de Buenos Aires hasta la Junta Municipal de Vallecas
Asociaciones de Vecinos de Vallecas


...El País expresa su preocupación con que “la manera de hacerles frente (a los grupos de neonazis) no puede ser, en ningún caso, que un grupo de jóvenes se proponga reventar el acto”. Según el diario “el riesgo mayor al que se pueden enfrentar los sistemas democráticos no es que una minoría de ideología neonazi o similar se manifieste dentro de la ley, sino que el enfrentamiento entre minorías acabe arrastrando a sectores cada vez más amplios de la ciudadanía”. O dicho de otra manera, el problema para El País no es que se manifiestan neonazis con total impunidad, sino que cada vez haya más ciudadanos dispuesto a enfrentarse al nazismo. Espectacular...
Pascual Serrano

Organizaciones sociales cuestionan el papel de la Casa Real y del Gobierno en la defensa de las transnacionales en Latinoamérica

Comunicado de Ecologistas en Acción, del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) y del Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL) a raíz de la controversia que se ha producido durante la Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile, entre el Rey Juan Carlos I y el presidente del Gobierno español con varios presidentes latinoamericanos.

La política pública exterior del Gobierno español está más centrada en la defensa de los intereses económicos españoles que en la lucha contra las desigualdades en América Latina. Esta es la conclusión que tenemos que sacar de la intervención del presidente español después de la polémica desatada en Santiago de Chile a raíz de las críticas del ejecutivo venezolano contra la patronal española y de los presidentes de Argentina y Nicaragua por los impactos sociales de la privatización de los servicios públicos y otras empresas estatales a cuenta de empresas españolas.

Nos parece irresponsable el papel que el Gobierno español y la Casa Real están jugando en la defensa de las inversiones españolas en el extranjero, sin evaluar ni controlar en ningún momento cuál está siendo su impacto sobre la población y el medio ambiente. Con esta política el Gobierno español no hace más que legitimar actuaciones de empresas que esconden violaciones de derechos humanos e impactos ecológicos fuera de nuestras fronteras y puede hacerse jurídicamente corresponsable de dichos actos por omisión.

Esta defensa ciega de los intereses privados se hace en un marco de múltiples denuncias contra el papel de las empresas transnacionales españolas en América Latina, no sólo por parte de presidentes elegidos democráticamente, sino también por parte de amplios sectores sociales. En rueda de prensa en Santiago de Chile, Zapatero afirmó que algunas de estas denuncias "no se corresponden con la realidad”. Pero lo cierto es que existen numerosos conflictos abiertos, y documentados, de violaciones de derechos humanos por parte de empresas españolas. Algunos ejemplos son: Unión Fenosa acaba de ser juzgada por el Tribunal Permanente de los Pueblos en Nicaragua, Repsol-YPF tiene una causa abierta por comunidades Mapuches en Argentina, Endesa ha sido denunciada repetidamente por los impactos de sus actuaciones en el Bio Bio Chileno, ENCE pretende instalar una planta de celulosa en Uruguay en contra de la voluntad de la población, AGBAR tiene conflictos abiertos por la gestión del agua en Argentina, Chile, Brasil y México, BBVA ha sido investigado por compra de voluntades políticas y corrupción en México, Venezuela, Colombia y Perú, etc.

Exigimos un cambio urgente en la política del Gobierno español. Desde el Estado español se debe garantizar por Ley el cumplimiento, por parte de las empresas transnacionales españolas que actúan en el extranjero, los estándares sociales y ambientales que estas mismas empresas deben cumplir aquí.

Demandamos asimismo que se preste la atención y el apoyo necesarios a aquellos gobiernos y organizaciones de la sociedad civil que denuncien actuaciones irresponsables de empresas españolas, con el fin de garantizar el derecho a una vida digna y hacer realidad la erradicación de la pobreza y sus causas.



Ecologistas en Acción, Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) y Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL) pertenecen a la Red Birregional Europa - América Latina y el Caribe. Han participado de forma activa en el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en mayo de 2006 en Viena, en las Audiencias Preliminares del TPP sobre industrias extractivas (Bogotá, agosto 2007) y privatización de servicios públicos (Managua, octubre 2007) en las que se juzgaba la actividad irresponsable de REPSOL-YPF y UNIÓN FENOSA en América Latina y el Caribe.

En estos momentos forman parte de las comisiones preparatorias del TPP de Perú 2008, tribunal de carácter simbólico en el que se juzgará el papel irresponsable de las empresas transnacionales europeas en América Latina y el Caribe.

domingo, 11 de noviembre de 2007

¿Quién debe callar?

¿Por qué no mandó callar a Teodoro Obiang?
¿o al despótico Rey Marroquí?
¿o a Putin?

¿...o a los medios que aplaudieron el golpe de estado en Venezuela?

Desde luego no sólo NO mandó callar a Aznar cuando éste se lució siendo el único Presidente, junto a Bush, que legitimó el Golpe de Estado, sino que ahora le defiende.

Pero la clave, el punto de verdadero interés está en el desplante posterior. ¿Abandonó Juan Carlos la sala por las protestas de Chávez?
-No. Se fue al escuchar el duro recordatorio de Ortega sobre la actitud de las empresas españolas en su país.

Podemos leer ambos gestos "diegéticamente" -atendiendo a la narración que ellos mismos sugieren, con la que enmarcan el significado que quieren imponer- , o simplemente como un artificio mediático de lo más simple y desesperado para acallar ante los micrófonos dos discursos de lo más incómodo y vergonzante para un país invitado a una cumbre internacional.

viernes, 9 de noviembre de 2007

jueves, 8 de noviembre de 2007

90 años


" El comunismo es la juventud del mundo"
R.Alberti

martes, 6 de noviembre de 2007

Todos con Bahar Kimyöngür

Bahar es un joven belga de origen turco o un joven turco con ciudadanía belga.

Acusan a Bahar de ser miembro de la organización revolucionaria armada turca DHKP-C (antes Dev Sol). Prueba de ello: una intervención suya ante el Parlamento Europeo en defensa de los presos de esta organización, la traducción de un texto..., pero sobre todo una incansable actividad de solidaridad y de organización en los medios del exilio económico y político turco en Bélgica. A Bahar se le acusa de haber montado con otros un campo de entrenamiento terrorista en Spa: el campo consistía en un centro de vacaciones para hijos de exilados donde se hacía comida turca, se daban clases de danzas y de folklore etc., había poca actividad política y ninguna actividad armada.

Valiéndose de la legislación antiterrorista europea, Bahar fue detenido en los Países Bajos acusado de ser militante de DHKP-C. Tras una fuerte campaña de solidaridad desde Bélgica, salió absuelto. Según el juez neerlandés, no podía ser juzgado ni condenado por actos que en los Países Bajos no constituyen delito. De regreso a Bélgica sigue hasta hoy la persecución. Sólo su ciudadanía belga le ha librado de ser deportado “discretamente” a Turquía para ser “interrogado” por la brutal policía del régimen militar apenas encubierto que controla aquel país. Después de una auténtica guerra sucia judicial, se enfrentará el 8 de noviembre a un tribunal de Amberes que dictará sentencia firme sobre su caso.

Las perspectivas son poco optimistas, pues la base del proceso es un sumario basado en informaciones de los servicios secretos turcos y no comprobadas por las autoridades belgas, las cuales han permitido además al Estado turco ser acusación particular en el proceso.

Bahar puede convertirse el día 8 en un preso político exclusivamente por un “delito” de opinión. El paralelismo con la situación que se conoce en el Estado español es pasmoso. El mismo desprecio por el derecho y las garantías judiciales se encuentra en este proceso y en la trama judicial organizada contra la izquierda abertzale. Es indispensable que estas situaciones se conozcan fuera de las fronteras de cada Estado. La represión contra los movimientos de resistencia tiene hoy un alcance europeo e incluso mundial, pero la información sobre sus efectos circula -poco y mal- exclusivamente dentro de cada Estado. Todo esto favorece la criminalización de la resistencia a la vez que impide una respuesta articulada al nivel adecuado.

Selección de Perlas

Copio algunas de las Perlas de Pascual Serrano de este mes de Octubre:

Sindicalismo monárquico
En el informativo de la Cuatro del 1 de octubre escucho al líder de UGT, Cándido Méndez, reprendiendo a los obispos y a la COPE porque están criticando desde su radio al rey. Triste panorama el de los sindicatos cuando lo que les molesta de la Iglesia católica es que critiquen al rey.


Un brillante historiador
En un debate a mediodía el día 1 de octubre en la Cuatro difunden unas imágenes de Gaspar Llamazares afirmando que el referéndum propuesto por Ibarretxe es legal. El catedrático de historia Antonio Elorza, presente en la tertulia, responde que eso lo ha dicho el coordinador de Izquierda Unida “inspirado por San Vladimiro Lenin”. Es asombroso lo que saben los catedráticos de Historia del Pensamiento Político.

[Nota de Akiro: menos mal que este experto en el Santoral va a dar unas charlas sobre la Revolución de Octubre. Trabajando en Prisa, uno se imagina su punto de vista. Si Guevara es un "Caudillo asesino", ¿qué será Lenin?]

Financiación de Unió Democràtica
Una noticia de El País del 16 de octubre resulta muy elocuente para entender las finanzas de los partidos y su modo de ejercer el poder. Se trata de que “las donaciones de Unió Democràtica cayeron un 66 % tras abandonar el Gobierno catalán”. Lo lógico hubiera sido que si ese partido estaba perdiendo apoyo ciudadano primero bajaran sus donaciones y después perdiera las elecciones, sin embargo ha sido al contrario. Las donaciones han dejado de interesar cuando el partido no estaba gobernando y gestionando el presupuesto público de la Generalitat. No hace falta pensar mucho para sacar conclusiones.

Vacuna por 465 euros
Por una noticia de RNE Radio 5 Todo Noticias 25 de Octubre nos enteramos de que ya existe a disposición del público una vacuna puesta contra el cáncer de cuello de útero. Su efectividad es cercana al 100% si es aplicada en mujeres de entre 11-14 años. Dejan para el final un pequeño detalle, y es que su precio es de 465 euros. No existe sanidad pública para pagarla, pero sí medios de comunicación públicos para anunciarla.


[Nota de Akiro: Ayer comenzó en una televisión privada un programa en el que se le facilitan materiales y dinero a una familia, de recursos escasísimos, para construirse una casa. Aparte del hecho de la usurpación simbólica de las competencias que deberían corresponder al gobierno local o estatal (y que asumen solo unos pocos de ellos, como el Ayuntamiento de Marinaleda, donde no es un "regalo" sino un derecho que los ciudadanos pueden ejercer)...
¿es que a nadie , de entre los millones de espectadores que tuvo el programa, le indignó el mercadeo humillante que se hizo con la vida de una familia?
]

jueves, 25 de octubre de 2007

Nihilismo capitalista y valores

Fragmento de entrevista a Santiago Alba Rico (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=58080)

Si el capitalismo es nihilista, una buena manera de combatirlo es afirmar valores. En ese sentido Jean Claude Michéa reinvindicaba valores que él denomina precapitalistas, como la honestidad, recuperando una perspectiva muy de Orwell. También tu amigo Carlos Fernández-Liria hablaba de la necesidad de romper concepciones de la izquierda que veían bien esa disolución de los valores que Marx subrayaba en el manifiesto. Tu misma afición por Chesterton parece provenir de un lugar similar. ¿Me equivoco?

Quizás prefiero formularlo así: si el capitalismo es nihilista, la única forma de afirmar valores es combatir el capitalismo. Porque el capitalismo no disuelve tanto los valores cuanto las condiciones mismas en las que cualquier cosa sólida, cualquier consistencia, pueda surgir y sostenerse; porque erosiona radicalmente todas las diferencias sobre las que se levanta la cultura, cualquier clase de cultura: la diferencia comer/usar/mirar, la diferencia entre guerra y paz, la diferencia entre culpables e inocentes, la diferencia -sobre todo- entre producción y destrucción.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Crónica electoral desde Cuba de P.Serrano


El domingo 21 de octubre, lo dediqué a curiosear la jornada electoral en la provincia de Ciudad de La Habana donde se elegían a los representantes municipales. La primera complicación es comprender el sistema electoral para un extranjero, para ello el mejor modo es hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es el procedimiento para que un ciudadano normal pueda ser representante municipal en Cuba?


Pero antes veamos cuál es ese mismo procedimiento en otro país. En España, por ejemplo, ese ciudadano debe pertenecer a un partido político, la dirección de ese partido político debe considerar adecuado que el ciudadano ocupe un puesto en la candidatura electoral –la mayoría de los partidos no establece mecanismos electorales internos para esa distribución-, el partido político debe recurrir a los métodos habituales de publicidad electoral como impresión de folletos que expliquen el programa y de carteles electorales, pegada y difusión de esa publicidad, etc… Todo ello requiere de un gasto económico que el ciudadano normal y la mayoría de partidos políticos no tienen, tan sólo los partidos ya consagrados que lograron gran representación en elecciones anteriores por las que consiguieron recursos públicos proporcionales a esa representación. Su propuesta también puede ser conocida mediante los medios de comunicación, pero éstos informan de los que quieren, entrevistas a los que ellos deciden y aceptan publicidad sólo de quienes les pagan. Por otro lado, nuestro ciudadano candidato deberá aceptar la disciplina, directrices y programa del partido político que le incorporó a una lista en la medida en que depende de él para ser candidato y a ellos les debe haberlo sido.


A la hora de las elecciones, el votante no puede elegir al ciudadano, debe seleccionar toda la lista de una candidatura con lo que puede estar dando su voto a alguien a quien no quiere al estar acompañando a la persona a quien desea elegir.


Si nuestro ciudadano que deseaba ser representante sale elegido puede que su cargo sea remunerado, en cuyo caso quizás lleguemos a la conclusión de que lo que pretendía era lograr un trabajo asalariado, lo que hace muy dudosa su vocación de servicio público. Si, por el contrario, no cobra nada por su dedicación deberá trabajar una jornada completa en otra profesión para sobrevivir mientras que otros representantes, que sí cobren por su cargo, pueden dedicarle a él muchas más horas de trabajo y, por tanto, presentar ante la población un balance de mayor dedicación.


Ahora veamos cómo es en Cuba. Allí la sociedad se organiza en asambleas o áreas, que son grupos vecinales de en torno a trescientas personas más o menos. Hasta ocho áreas pueden integrar una circunscripción electoral que deberá elegir un delegado o concejal. Los vecinos de las asambleas se reúnen para proponer candidatos electorales de su comunidad. Cualquier persona puede sugerir un nombre y la asamblea selecciona mediante votación al vecino que llevará como candidato para delegado de la circunscripción. Podrá haber, por tanto, hasta ocho candidatos para ser delegado de la circunscripción en caso de que sea un nombre diferente por cada asamblea. No suele ser así porque varias asambleas pueden coincidir en proponer a una misma persona.


El día de las elecciones, todos los votantes de la circunscripción deben elegir a uno de entre los diferentes candidatos, que serán entre dos y ocho. La difusión y conocimiento de la figura de cada candidato es mediante carteles en diferentes lugares concurridos de la comunidad que incluyen foto y breve currículo de todos ellos. En realidad, la mayoría de los votantes ya los conocen porque ya fueron preseleccionados por las asambleas y todos proceden de esa comunidad. No se hace más propaganda que el cartel con foto y currículo donde, como ya hemos dicho, están todos los candidatos.


La inclusión en el censo es automática, los listados se exponen con antelación para que cualquier elector compruebe su presencia, y el voto es voluntario y secreto. La jornada electoral transcurre desde las siete de la mañana a las seis de la tarde, las urnas se sellan al comienzo y son custodiadas por niños, existe un presidente de mesa y vocales pertenecientes al barrio. Los colegios disponen de cabinas o lugares donde se garantiza que el voto sea secreto. Se dispone también un urna portátil para desplazarla a los domicilios de los votantes que puedan estar impedidos físicamente, la lleva algún representante de la mesa acompañado de un niño en edad escolar. Al final de la votación se hace el recuento que es público.


Para ser elegido se deben sacar el cincuenta por cien de los votos más uno, si no fuera así habrá una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Finalmente se ha de saber que el representante elegido no cobrará sueldo alguno por su labor, seguirá desempeñando el trabajo que tenía y se dedicará a sus responsabilidades públicas en su tiempo libre.


Como de todos es conocido, al sistema cubano se le acusa de no celebrar elecciones o de que éstas no son transparentes ni democráticas. Pero un reportaje de la BBC de ese mismo día sobre las elecciones cubanas informa del caso de un opositor que “se presentó en su barrio como candidato” y afirma textualmente: "obtuve 5 votos en un centenar de personas, el 5% del total".


Ante ese desesperanzador panorama para la oposición, según afirma el reportaje de la BBC, “la mayor parte de los grupos opositores han optado por llamar a la población a anular su voto escribiendo un ‘no’ en la boleta, de tal forma que se pueda contabilizar el apoyo real que tiene la disidencia”. Parece razonable que el modo que podrían tener los ciudadanos para manifestar su rechazo al sistema podría ser no votando puesto que el voto es voluntario. O, en caso de no querer verse identificados como abstencionistas, hacerlo con un voto nulo, el solicitado NO desde Miami. Sin duda, el dato de la abstención o de los nulos nos podría servir bien para poder cuantificar la representación del colectivo crítico con el sistema socialista cubano.


Durante la jornada electoral visité colegios electorales en populares municipios de la provincia de Ciudad de La Habana como Marianao y La Lisa. En ambos los candidatos eran tres, sus nombres estaban incluidos en la papeleta y el votante debía marcar uno de ellos. El cartel con su foto y currículo figuraba en el colegio electoral, pude comprobar que se trataba en la mayoría de casos de trabajadores corrientes que vivían en el barrio, en el caso de Marianao, uno de ellos pertenecía al Partido Comunista de Cuba y los otros dos no.


Para el recuento visité y asistí como testigo en otro colegio electoral, en esta ocasión en el barrio de Vedado, perteneciente al municipio Plaza de la Revolución. Allí el censo era de 359 votantes, de los cuales ejercieron su derecho al voto 327, es decir no votaron por diferentes razones 32 personas.


Los votos se distribuyeron entre 138 para la candidata mujer más apoyada, 97 para el siguiente y 71 para el tercero. Hubo 21 votos anulados, la mayoría porque marcaron a más de un candidato o a ninguno, uno de los votos porque estaba todo tachado y otro más con las letras NO atravesando la papeleta. Pendiente de los datos definitivos de todo el país, mi experiencia es que la distribución de voto del colegio en el que estuve, en especial en lo referente a abstención y nulos, era similar a los de otras convocatorias electorales: más de un noventa por ciento de participación y menos de un tres por ciento de nulos. En cualquier caso, yo fui testigo de que el socialismo cubano tiene oposición dentro del país, lo vi con mis propios ojos, un voto que decía NO como pedían desde Miami, de entre 327.


Y en cuanto a la metodología electoral, no es perfecta, y tampoco podemos pensar que deba ser aplicable en otros países. Lo que es indiscutible es que nadie puede decir que los países capitalistas son más democráticos. Nosotros nos hemos limitado aquí a explicar una jornada electoral en Cuba, que cada uno valore. Y de paso que compare con la abstención en su país.

jueves, 18 de octubre de 2007

"Fluidificar el diálogo social"

Así se le llama en el siglo veintiuno, muy "à la Bauman", a lo que los sindicalistas y militantes de base saben que ocurre, desde siempre, cuando los sindicatos y partidos se burocratizan y se desideologizan;

La patronal francesa dispone de un fondo secreto valorado en al menos 160 millones destinado originalmente a apoyar a los empresarios frente a las huelgas, pero que ha acabado financiando a los sindicatos. Lo que empezó como una investigación de la policía financiera sobre los cobros de importantes cantidades en efectivo por Denis Gautier-Sauvagnac, presidente de la Unión de Industrias y Oficios de la Metalurgia (UIMM), la federación más importante de la patronal francesa, ha desvelado que desde hace más de 50 años la patronal "fluidifica el diálogo social". (noticia de El País)

Bueno, no es sólo cuestión de la estabilidad y fuerza interna de los sindicatos, sino que es una cuestión situada en el antagonismo estructural de las sociedades capitalistas occidentales. Se enmarca dentro del contexto de lucha por la hegemonía socialdemócrata o social-liberal contra la comunista, dentro de todas las organizaciones sociales y políticas, en el último cuarto del siglo veinte.

La patronal ha reconocido la existencia de esta caja secreta, creada, según algunos, después de Mayo del 68 para ayudar a los empresarios a resistir a la epidemia de huelgas, y según otras fuentes, en 1952, en el momento caliente de la guerra fría. La caja habría estado destinada a combatir la hegemonía comunista en el sector sindical. Las aportaciones de las empresas se situarían en torno al 0,1% de su masa salarial. A lo largo de los años, esta especie de fundación secreta habría generado un fondo de varios cientos de millones de euros. Se trata, exclusivamente, del sector del metal, el núcleo duro de la patronal.

Fuentes próximas a la encuesta judicial aseguran que buena parte de los fondos se destinaban a la financiación de los sindicatos. La mejor definición del uso de este dinero la da el predecesor de Gautier-Sauvagnac en la UIMM, Daniel Dewavrin, cuando explica al periódico económico Les Echos que las sumas en efectivo servían "para fluidificar las relaciones sociales", al tiempo que asegura que en el pasado las cifras fueron "mucho más importantes" que actualmente.

El que fuera director del MEDEF Yvon Gattaz, aseguró ayer que "el dinero entregado en mano" por la patronal había sido siempre uno de los "sistemas normales de financiación" de los representantes de los trabajadores. La actual cúpula de la patronal atribuye estas prácticas a un asunto "de la vieja guardia" y pide "transparencia". "Este asunto y estas revelaciones", decía Laurence Parisot, "me da la sensación de ser como un secreto de familia, es algo que nosotros ignoramos, tanto respecto a la UIMM como para nosotros".

Oficialmente, los sindicatos han negado la mayor y han acusado a la derecha de querer desprestigiarles. Bernard Thibault, secretario general del primer sindicato francés, la CGT, lo niega rotundamente. La CFDT asegura "no haber tocado un euro". Pero desde el campo sindical ya empieza a salir gente que rompe el silencio, la omertá. Le Parisien citaba a un alto cargo sindical que, desde el anonimato, reconocía que más de una organización había recibido "ayudas".

Pero lo que el escándalo pone sobre la mesa es el problema de la financiación de las centrales sindicales. Los sindicatos franceses que, como la patronal, no tienen que publicar cuentas, son débiles porque tan sólo está sindicado el 8% de los trabajadores.


En Francia la CGT tiene pese a todo más prestigio que en España CCOO o UGT. Y pese a todo salta el escándalo (por cierto, es notable ése freudiano "no hemos tocado un euro" ... o sea, que lo tuvieron " a mano", ¿no?).
¿¿¿Qué habrá debajo de las alfombras de Fidalgo y Méndez???