sábado, 9 de abril de 2011

Muertos que andan

Cuando un alarido espectral despertó hoy a Akiro de su trance, quiso saber las razones de tal estallido de desesperación. Lo cierto es que había sido una falsa alarma.
El motivo había sido una rápida lectura en diagonal del premio Anagrama de ensayo: tras el primer premio (un ensayo alrededor de Spinoza que al parecer dedica algunas de sus páginas al espléndido último libro de António Damásio), ha resultado finalista "Filosofía zombi". Pero sólo una lectura literal del título permitía pensar en un libro dedicado a la intersección de ambas ideas. Lo cierto es que el libro es más "creativo" (y mucho más "cool") que el proyecto en el que ando desde hace tiempo, y que tiene bastante poco que ver con el tema que ocupa al autor del ensayo premiado: "un original análisis sobre las sociedades de control y las tecnologías de mediación que nos separan del acontecimiento de lo real".
Zombies y biopolítica. Respiro tranquilo, y esperaré al verano para leer el libro y opinar ya sin conflictos de intereses.

El caso es que el tema "zombie" está lamentablemente de moda y ahora será difícil evitar algunas obviedades. Abunda demasiado la palabra (apenas podría ser un concepto) como para comentar ahora todos los artículos que se sirven de ella de un modo u otro (vg. "The Zombie War of Afghanistan", etc.), y ya se conocen tanto el ensayo novelado "Z" de Brooks, como el ensayo propiamente dicho de Daniel W. Drezner, que expande un artículo publicado, y muy comentado, en Foreign Affairs.

El libro de Drezner parece ir camino de convertirse en best-seller, y seguramente atraerá a muchos lectores dentro del campo de las relaciones internacionales. No obstante, todo el debate "técnico" sobre muertos vivientes, alertas sanitarias, sirve más que nada para exponer las distintas "escuelas" de teoría de las relaciones internacionales, sobre la base de un evento que es tratado al fin y al cabo como un problema de "rogue states", de países problemáticos (o incómodos) para la "comunidad internacional", y que al final deriva en los tópicos sobre "halcones" y "palomas", diplomacia à la EEUU vs. UE, etc.
Que la supuesta metáfora (en realidad el asunto es tratado de manera bastante literal) acaba adquiriendo tintes algo sospechosos también lo dejan claro algunos pasajes del libro, y el hecho de que cualquier punto de vista feminista o marxista es excluido a priori de manera bastante seca: “Este proyecto es explícitamente pro-humano, mientras que marxistas y feministas probablemente simpatizarían con los zombies". Ya que para los marxistas "los no-muertos simbolizan al proletariado", y para las feministas "la liberación de la estructura patriarcal", sus puntos de vista son obviables por defecto.
La manifiesta ignorancia, o desprecio, sobre las posturas feministas y marxistas es perdonable, porque lo cierto es que ninguna de las dos perspectivas tienen mucho que aportar al imaginario debate. No porque carezcan de poder explicativo, más bien al contrario; el problema -y la falta de tiempo obliga aquí a repetir lugares comunes- es que la geopolítica marxista se mueve sobre tramas sistémicas, estructurales, y sus preocupaciones tienen más que ver con fenómenos transversales, que se entretejen en los planos locales, estatales e internacionales, socioeconómicos, históricos, jurídicos. No es que la teoría de las relaciones internacionales estándar no lo haga igualmente; pero el enfoque "zombie", o más en general el de los "estados canallas" es en sí una abstracción sobre un enemigo absoluto, reconocible y contagioso, ante el cuál sólo cabe su eliminación o puesta en cuarentena. Como poco se puede decir que el planteamiento de por sí ya enmarca determinada visión.

De las metáforas fantásticas en la literatura política, la de los zombies puede ser una de las más evocadoras, pero desde luego es una de las que tienen menos potencial analítico. Uno de los libros más decentes con el famoso palabro en el título es "Zombie Capitalism" de Chris Harman, en el que el muerto viviente es literalmente un sistema económico y político que ya desde los años '80 agoniza en violentas convulsiones por reestablecer una tasa da ganancias que el thatcherismo sólo pudo maquillar a corto plazo, mientras sembraba las crisis del futuro (resumo la introducción del libro). Lo cierto es que al final las imágenes clásicas se acaban abriendo paso, y el autor no puede evitar citar al famoso vampiro del que hablaba Karl Marx, a la hora de ilustrar la estructural e irrefrenable necesidad de fuerza de trabajo que atormenta al capital:

[traduzco mal y rápido del capítulo "The Runaway System"]

"El error de Mouffe y Laclau -y de miles de sociólogos, filósofos y economistas que escriben que la clase trabajadora ha perdido su lugar central en el sistema- es que no entienden el argumento elemental de Marx. El sistema es un sistema de trabajo alienado, que ha adquirido vida propia, y el capital no puede sobrevivir sin más trabajo que lo alimente, del mismo modo que el vamipiro no puede sobrevivir sin nuevos y frescos suministros de sangre. [...] He intentado mostrar que la dinámica del sistema hará difícil para el capitalismo basar su control sobre las masas permanentemente tanto a través de la represión como del aparente bienestar. Su imparable movimiento implica que no puede permitir que aquellos a los que explota permanezcan dentro de cierto grado de satisfacción durante un amplio período de tiempo. A medida que el sistema en fuga perpetua alterna subidas y bajadas e intenta disparar los beneficios y saldar las deudas en un salvaje intento de volver a despegar, destroza las antiguas esperanzas de mantener una vida segura. Insiste a las masas en que deben trabajar más tiempo por menos dinero, aceptar que deben perder sus trabajos porque los banqueros enloquecieron, resignarse a una difícil jubilación, abandonar sus casas y pasar hambre en albergues con tal de pagar al prestamista [...]"